Cerebro y maternidad
Tener un hijo cambia la manera de pensar. También la de actuar. El embarazo y el parto remodelan el cerebro y la mente de la mujer.
Los lazos que se tejen entre madre e hijo no dependen de los genes que comparten (las madres adoptivas ofrecen prueba de ello). Tampoco el embarazo aclara por completo las claves de la relación entre ambos. Al parecer, son los retos de cuidar a un niño los responsables de que el cerebro de la madre, y también del padre, se reprograme. Ambos progenitores influyen en el cerebro del bebé, pero esa influencia resulta recíproca.
Los sentidos se agudizan con la maternidad, para poder estar más atenta a los hijos. El olfato y el oído se vuelven más finos: las madres suelen reconocer el llanto de su bebé entre otros muchos.También aumenta la capacidad visual, a fin de preservar al pequeño de potenciales peligros.
Cerebro y paternidad
Cuando un hombre se convierte en padre, su encéfalo experimenta una renovación neuronal en beneficio del hijo.
La influencia mutua entre padre e hijos resulta beneficiosa para el cerebro de ambos.El cerebro de un progenitor crea neuronas suplementarias y experimenta cambios tras el nacimiento de un niño.La presencia de la figura paterna desde que se nace puede influir en el desarrollo de comportamientos sanos posteriores.